En estos momentos en que la pandemia, consecuencia del COVID-19, nos obliga a cumplir con la cuarentena social a fin de evitar los efectos adversos de un contagio masivo en la población, y que debemos, si actuamos como auditores, evaluar la continuidad de operaciones de las empresas que examinamos post-coronavirus, nos olvidamos que el impacto de otro virus, el de la corrupción en la economía venezolana, ha sido más nocivo que este nuevo virus que aún no posee vacuna conocida.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se calcula que, en los países en desarrollo, se pierde, debido a la corrupción, una cantidad de dinero diez veces mayor que la dedicada a la asistencia oficial para el desarrollo. Cada año se paga un billón de dólares en sobornos, y se calcula que se roban 2,6 billones de dólares anuales mediante la corrupción, suma que equivale a más del 5% de Producto Interno Bruto Mundial (PIB).