Inversores de todo el mundo se encuentran en un momento de incertidumbre económica debido a los problemas comerciales entre Estados Unidos y China, la ralentización de la economía mundial y el Brexit. Ante esta situación el Banco Central Europeo ya ha puesto sobre la mesa estímulos adicionales, mientras que la Reserva Federal está preparada para reducir los tipos de interés en caso de ser necesario.
Esta incertidumbre genera volatilidad en las inversiones que, unido a un contexto de rentabilidades bajas, donde los activos libres de riesgo (depósitos a plazo fijo o bonos del estado) ofrecen rentabilidades cercanas a cero e incluso negativas y que los activos con riesgo (acciones o bonos high yield) ostentan valoraciones relativamente elevadas en comparación con su histórico, hace que sea especialmente relevante realizar una planificación financiera adecuada, tal y como se explica en el Chartered Financial Analyst (CFA), la certificación profesional financiera con más reconocimiento a nivel mundial, otorgada por el CFA Institute.
Una buena planificación financiera comienza con la creación de un documento denominado Investment Policy Statement (IPS), el cual es elaborado de común acuerdo entre el inversor y el gestor de la cartera de inversión, puede oscilar entre una página y un libro extenso. Este documento tiene beneficios no solo para el inversor, sino también para el gestor. Entre los beneficios para el inversor podemos encontrar:
Entre los beneficios para el gestor encontramos:
Un IPS debería incluir los siguientes puntos:
En la confección del IPS el gestor tendrá en cuenta las características de cada tipo de inversor, clasificándose generalmente entre inversores individuales e institucionales, e incluyéndose dentro de estos últimos, principalmente compañías con planes de pensiones definidos, fundaciones, aseguradoras y bancos.
Tendencias de inversión
Como ya he comentado, la decisión de incluir activos en la cartera de inversión depende de lo especificado en el IPS. Cada vez más inversores se muestran proclives a incluir consideraciones ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés), a través de las cuales se hace referencia para medir la sostenibilidad y el impacto ético en las inversiones.
Las consideraciones ESG pueden prohibir o explícitamente requerir activos con características específicas. Por ejemplo, las inversiones en bonos de industrias con emisiones de carbono elevadas quedan prohibidas, por contra se favorecen bonos en industrias de energía limpia. O bien, no incluir Asset Backed Securities (ABS) – valores respaldados por activos financieros como tarjetas de crédito, préstamos, royalties, etc. – por incluir préstamos originados por prestamistas depredadores.
Los gestores suelen incluir estas limitaciones, mediante una evaluación negativa (método más frecuente), la cual excluye compañías o sectores que no cumplen con los estándares; mediante una evaluación positiva, la cual busca aquellas compañías o sectores con mejor aceptación entre los inversores; o mediante la inversión temática que busca invertir en temas específicos como el cambio climático.
Destacar que una de las herramientas que está adquiriendo mayor relevancia para el análisis de este tipo de inversiones es el Informe de Información No Financiera por incluir aspectos medioambientales, sociales y de personal, de derechos humanos, así como de corrupción y soborno.
La volatilidad que genera la incertidumbre del entorno actual puede mermar la confianza del inversor no solo en su gestor sino también en los mercados financieros si este no realiza un trabajo adecuado de planificación financiera, que comienza con la creación de un IPS que refleje tanto los objetivos de retorno y riesgo, como las limitaciones en cuanto al horizonte temporal, fiscalidad, liquidez, factores legales y regulatorios y circunstancias únicas, estas últimas cada vez más demandadas.