En temas financieros, el riesgo se relaciona con perder algo; las pérdidas potenciales derivadas de acciones voluntarias y/o al azar. Es parte inevitable de la vida y en la toma de decisiones, además el beneficio que se pueda obtener por cualquier decisión o acción que se adopte debe asociarse necesariamente con el riesgo inherente a dicha decisión o acción.
La medición efectiva y cuantitativa del riesgo se asocia con la probabilidad de una pérdida en el futuro. La esencia de la administración de riesgos consiste en medir las probabilidades en contextos de incertidumbre.
La base de la medición de riesgo consiste en probabilidad e impacto. La interrelación de estas permite determinar la verdadera exposición al riesgo, pues aunque un evento sea catastrófico no significa perse, que la entidad deba realizar acciones importantes para evitar su materialización.
Con el paso de los años, muchos modelos para la medición de riesgo han sido desarrollados. Algunos se han convertido en práctica universal, como es el caso de modelos de valor en riesgo (Value at risk o VaR) que tienen por objeto predecir eventos con base en historia.
Aunque la valoración de riesgos busca constantemente perfeccionarse hacia cálculos más apegados a la realidad, existen muchos factores que podrían afectar las proyecciones. Es ahí donde cobra mayor importancia la experiencia, la valoración humana y el “olfato” de quién debe valorar las situaciones.
El objetivo de la administración de riesgos se expresa en dos sentidos:
El
proceso de administración integral de riesgos implica, en primer lugar,
la identificación de riesgos, su cuantificación y control mediante el
establecimiento de líneas de tolerancia al riesgo y finalmente la
modificación de dichos riesgos por medio de mitigadores.
Es importante definir el perfil de riesgos de la entidad, basado en su
apetito de riesgo, sin dejar a un lado su aversión al riesgo y el
alineamiento con las estrategias institucionales que permitan el logro
de los objetivos trazados.
Parte de las buenas prácticas en gestión de riesgos corresponden a
evaluar la estructura interna mediante mapeos de procesos, determinación
de riesgos inherentes y la valoración de los controles que mitiguen la
ocurrencia e impacto de los eventos detectados, disminuyendo el riesgo
residual a un nivel aceptable.
La actitud de gestión del riesgo debe ser impulsada desde lo más arriba
de las organizaciones y permear hacía las demás áreas; debe velar por el
establecimiento de una cultura de riesgos institucional que contribuya a
que todos los empleados se involucren en las metas y tomen conciencia
de la importancia de sus acciones en el objetivo de mitigar los riesgos.
La administración de riesgos no debe verse como un gasto, un
cumplimiento normativo o una pérdida de tiempo y recursos; pues el
dinero y recurso destinado en riesgo, solo significa inversión a mediano
y largo plazo que permitirá obtener réditos medibles.
Las entidades que solo actúan para el cumplimiento de disposiciones
normativas o en respuesta a solicitudes de sus acreedores, no obtendrán
el beneficio real de la administración de riesgos.
Independientemente del papel que poseamos en una organización,
fomentemos la importancia de la administración de riesgos, seamos parte
de las prácticas mundiales de control y administración y migremos hacia
análisis más robustos, probabilísticos e integrales que nos generen
mejores conclusiones para una adecuada toma de decisiones.
Fuentes de información: